1/6/09

Cuando tuve un hermano

HI!^^

esto es... Algo así como un epílogo o historia paralela a una entrada que publiqué hace poco, hablo de la historia de "El amor de un vampiro" aunque en lo personal prefiero esa historia a esta, no lo se, decidan ustedes =)
ah! y esta como se nota me salió un poco...un poco larga XD

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Cuando tuve un hermano


By: Natsuky




En medio de la tarde, mientras estaba sentada a la sombra de un árbol tratando de que el sol no toque mi piel miraba como un pequeño gato negro con la cola blanca se acurrucaba junto a mí.

Mi mente, que siempre estaba con una sensación de estancada y vacía, de pronto se aclaró y mientras veía como el sol poco a poco comenzaba a ponerse recordaba la historia de cómo llegue aquí, ese tiempo cuando no estaba sola todos los días, cuando no tenía que escapar del sol para evitar que este me queme, cuando no tenía que vivir de la sangre ajena…


-Cuando era humana…- susurré acariciando al felino que ahora estaba dormitando en mi regazo.


Esto ocurrió hace aproximadamente seis años, talvez más, en algún lugar de la campiña inglesa había una mansión ni muy grande ni muy pequeña, del tamaño justo para la acomodada familia de aristócratas que habitaba en ella.

Para empezar, el señor de la casa era dueño de numerosas tierras que le daban sus buenos ingresos además de su herencia familiar, todo esto le daba una fortuna no muy grande pero si para tomarse en cuenta.

La señora de la casa era un tanto mayor pero aún así tenía un hermoso rostro, sin duda una fina dama de alcurnia, de aquellas que gustaban tomar una taza de té y unos pastelillos en el jardín junto a otras damas.


Por otra parte estaba el primogénito de la familia, un joven que debía rondar los 17 años, de contextura delgada, cabello corto de color castaño claro y gustaba vestir una camisa blanca con un saco sin mangas además de unos pantalones y zapatos formales que su padre le obligaba a usar.

Por último estaba yo, Catherine, la hija menor; según decían era buena moza como mi madre, de ojos mieles como los de mi padre y cabello castaño claro, tez blanca, delicada y demasiado tímida según mi hermano; mi cabello era mi pequeño orgullo, amaba tenerlo tan largo como pudiera y siempre lo tenía pulcramente peinado en una trenza.


Todo empezó una tarde de abril, dio la “casualidad” que mi hermano y yo estábamos solos en casa, mi padre había ido a revisar sus tierras y mi madre dijo que iba a la ciudad para encontrarse con una amiga, esposa de un reconocido médico de la localidad.

Ya casi al final de la tarde cuando el cielo comenzó a teñirse de naranjas y amarillos yo estaba sentada en el enorme jardín trasero mortalmente aburrida, de pronto vi a mi hermano salir de la casa y comenzar a caminar hacia mí. Yo me quedé quieta mirándolo acercarse pero me sorprendió ver que no se detuvo frente a mi, siguió caminando de largo.


-¡Adrián! ¿A dónde vas?- le pregunté comenzando a seguirlo.


-No vengas, sólo voy a revisar algo- me respondió adentrándose a un pequeño bosque que era prácticamente los límites de nuestras tierras con las de la casa vecina.


-¡Espérame, yo también quiero ver! Estoy aburrida- dije siguiéndolo a pesar de sus advertencias.

De un momento a otro mi hermano comenzó a correr y se perdió de vista. Por culpa de mi mala orientación y mi vestido, color violeta tan claro como si fuese blanco, que a pesar que me llegaba un poco más debajo de las rodillas se enredaba en las ramas no pude alcanzarlo y me quedé sola.


-¡Adrián! ¡¿Dónde estás?! ¡Adrián!- gritaba tratando de encontrarlo ya comenzando a asustarme, por un lado por el temor a perderme y por otro lado quería regresar ya que si lo empleados de la casa no nos veían lo más seguro es que llamarían a mis padres y estos me reñirían ya que nunca me dejaban ir a lugares como este, “un bosque no es un lugar para una dama” decía mi padre.


Después de caminar un poco más vi a lo lejos a mi hermano de cuclillas cerca de un árbol de tronco grueso y muy grande.


-Ahí está- dije para mi acercándome a él - ¡Te dije que me esperaras!- le reproché cuando estuve parada tras él quien sólo me miró medio molesto sobre su hombro.


-Y yo te dije que te quedaras en casa, Catherine- me recriminó pero no le contesté.


-¿Qué haces?- pregunté viendo que estaba agachado porque estaba cavando un hoyo en la tierra.


-Es que el otro día vi a un chico rondando por aquí y creo que enterró algo- dijo mientras seguía cavando, sus manos ya estaba negras puesto que la tierra estaba húmeda.


-Deberías dejarlo ahí, creo que este ya es terreno de los vecinos- le dije pero él no me hizo caso.


-¿De qué vecinos hablas? No hay nadie en las tierras de al lado


-No es verdad, desde mi balcón se ve una gran mansión – respondí extrañada cayendo en cuenta que nunca he visto a nadie en esa casa.


-Es una mansión abandonada- dijo secante – ¡Lo encontré!- exclamó de pronto mi hermano poniéndose de pie y enseñándome un pequeño reloj de plata, de esos redondos, que cuelgan de una cadena y tienen una tapa.


-¿Un reloj?- pregunté extrañada mientras mi hermano le sacaba los restos de tierra que tenía el artefacto descubriendo que la tapa tenía un hermoso grabado de una azucena, yo con toda mi curiosidad le dije que lo abriera.

Así lo hizo, y de inmediato vi que el reloj estaba parado y marcaba las 6:15.


-Mira- señalé a la parte interna de la tapa, había un grabado.


-“Sofía, 29 de diciembre”- susurró mi hermano leyendo la inscripción y luego escuchamos algo que me congeló la sangre.


-¡Quita tus manos de MI reloj!- dijo una voz firme, varonil y claramente molesta voz a nuestras espaldas, nos giramos con los rostros asustados y pasmados de encontrar a alguien por esos lugares. Un joven que cuando llegó con nosotros lo observé de pies a cabeza, parecía de la edad de mi hermano o tal vez un poco más, de cabello negro y ojos del mismo color, con una semblante serio y rígido, y una piel mucho más pálida que la mía. Estaba vertido totalmente de negro, y caminaba con paso firme y seguro…



Y, quizá, rayando en lo seductor…



-¿Qué no oíste? Suéltalo – volvió a hablar el joven ahora mirando fríamente a mi hermano.


-¿Quién es usted?- preguntó Adrián receloso, el joven lo miró de arriba a bajo con verdadera concentración y molestia.


-Soy Sebastian y tú chiquillo estás en MIS tierras, ahora suéltalo-


-¡Miente! Nadie vive en estas tierras, yo he vivido aquí toda mi vida y jamás lo había visto, además se

que esa mansión está abandonada ¿¡cree que soy estúpido?!-


-En realidad si- respondió Sebastian con calma e incluso juraría que sonreía un poco viendo como Adrián enfurecía al escuchar esto.


-Ya basta hermano, dáselo- dije preocupara, conociendo a mi hermano seguro que pronto se lanzaba a golpear a aquel joven.


-Mira chiquillo, es verdad que los dueños de esa mansión murieron hace mucho, y yo me hice cargo de la casa y por lo tanto del terreno…Mi paciencia se está acabando o me das ese reloj o…-


-¿O qué? ¿Me golpearás?- interrumpió mi hermano no dándole importancia a la fría mirada del joven y luego volvió a hablar…



Cometiendo un grave error…



-¿Y esta inscripción?- señaló a la parte interna del reloj -¿Quién es esa tal Sofía? No me digas que es tu novia y esa fecha es tu aniversario o algo así, ja! Valla cursilería ¿no crees que ya estás grandecito para hacer esta clase de estupideces? –


-¡Hermano ya basta!- le dije entre asustada y enojada, pude ver como poco a poco el rostro de Sebastian enfurecía y se tensaba con cada palabra de Adrián.

Sin decir alguna otra palabra el joven se acercó y golpeó en el estomago a mi hermano dejándolo sin aire, pero no contento con eso lo tomó del cuello y, vi con terror, como lo levantaba del piso hasta dejar sus pies en el aire comenzando a asfixiarlo.

Mi hermano comenzó a derramar lágrimas de desesperación y su rostro estaba rojo, no se si de ira, impotencia y producto del llanto.


-¡Suéltelo! ¡¡Déjelo!!- gritaba asustada, a estas alturas no dudaba que el pelinegro matara a mi hermano.


-¡Catherine! ¡Haz algo, idiota! – gritó Adrián apenas por la falta de aire. Eso me molestó un poco pero obviamente no me puse a pensar en ello, fui corriendo hacia Sebastian y comencé a jalarle el brazo para que lo soltara, este no nos hacía caso hasta que por unos momentos se detuvo a mirarme detenidamente.

Sentí como si me desnudara con su mirada, como si pudiese ver hasta el fondo de mi alma…


Fue horrible, fue escalofriante…fue tan…tan…



Intenso…



De un momento a otro soltó a mi hermano dejándolo caer sin cuidado sobre la tierra, se agacho hacia él lo cual me asustó pensando que volvería a golpearlo, pero no fue así, simplemente recogió su reloj y volvió a ponerse de pie pero esta vez se quedó frente a mí, mirándome de nuevo fijamente.


-¡T…Tu!- dijo mi hermano apenas recuperó el aliento, yo me había quedado tan pasmada por lo sucedido que me que de ahí parada sintiendo la penetrante mirada del joven – ¡Maldito! - gritó Adrián lanzándose a golpear al pelinegro pero este lo esquivó fácilmente, ahí fue cuando reacciones y retrocedí unos pasos asustada cuando Sebastian volvió a golpear en la cara a mi hermano.

Nunca supe por qué, pero cuando retrocedí, Sebastian giró su cabeza hacia mí y empujando a mi hermano para que cayera al piso lo dejó de lado, como si se olvidara completamente de él y caminó hacia mí, yo traté de retroceder un poco más.


-¡Aléjate!- grite en medio de mi nerviosismo pero mi súplica no fue escuchada y el pelinegro me detuvo agarrándome por la cintura, cosa que aparte de miedo de alguna manera…me dio vergüenza.


-¡Suéltala!- ordenó Adrián, tratando de golpearlo de nuevo pero el joven lo esquivó y ahora volvió a sujetarlo del cuello apretándolo nuevamente, mi hermano lanzó un chillido de dolor en lo que yo le suplicaba al pelinegro que lo soltara, pero no me hacía caso sólo seguía apretando el cuello de mi hermano y al mismo tiempo se cuidaba de sujetarme la cintura con fuerza para que yo no escapara.


Mientras yo comenzaba a llorar, pasmada vi como nuevamente soltaba a mi hermano con brusquedad, una vez tirado en el piso Adrián apenas pudo levantarse, comprendiendo, quizás, que no era contrincante para ese sujeto.

Por reflejo al dolor mi hermano se pasó las manos por el cuello…



Vi como palidecía al ver sus manos bañadas en sangre…



-Mira esto…- me susurró Sebastian mientras yo trataba de aguantar inútilmente las lágrimas que seguían saliendo. –Chiquillo…¿Quieres que te mate?- preguntó como si nada, mi hermano comenzó a respirar agitadamente y a duras penas logró ponerse de pie temblando como nunca antes lo había visto, y creo que eso me dio mas miedo ya que ver a alguien fuerte y siempre arrogante como lo era Adrián convertido en un sujeto aún más débil de lo que podía ser, pálido, con lagrimas desbordando de sus ojos como los míos y con sangre embarrada en el cuello por las grandes heridas que le había causado el pelinegro; casi pude asegurar que Sebastian nos mataría a los dos.


-¡N…no…no me mates!- suplicó Adrián con poco aliento sacándole una retorcida sonrisa al otro, y vi algo que me dejó con la boca abierta…

Los ojos de Sebastian cambiaron, ya no eran negros…



Ahora eran rojos puros…



-Pues si no quieres morir….aléjate de mi vista ahora mismo- dijo secante, Adrián retrocedió unos pasos, con la clara intención de obedecer pero…


¿Y yo?


-¡¡Hermano!!- le grité desesperada, ¿acaso me estaba abandonando a mi suerte? No…imposible…por que él es MI hermano, el no puede hacerme esto…


¿O si?


Junto con Sebastian vimos como mi hermano retrocedió unos pasos más y se quedó parado, con una clara confusión en el rostro, me miraba y luego la pelinegro…así un par de veces aumentando mi desesperación ¡Es que ni si quiera debería dudarlo! ¿¡Me va a abandonar!?


-¿Qué esperas? ¿Acaso quieres morir en mis manos? – volvió a preguntar Sebastián pero esta vez mostrándole su mano libre a Adrián, aquella con la que lo había ahorcado y en la cual aún quedaban rastros claros de su sangre.

Esto último parece que volvió a alarmar a mi hermano y….y….



Se dio la vuelta y comenzó a correr. Corrió, corrió y corrió con todas las fuerzas que tenía hasta que se perdió de vista por el bosque….



Él me abandonó…



-Sabía que ese idiota haría esto- susurró Sebastian, según yo, satisfecho.


-Déjeme ir- susurré con un hilo de voz- mi hermano…el volverá…el…- creo que más que decírselo trataba de auto convencerme que mi hermano regresaría por mi, siempre nos hemos llevado mal pero…de ahí a abandonarme…


-¿De verdad crees que volverá?- me preguntó con seriedad y yo, después de unos minutos que se me hicieron años, le respondí sin mirarle a los ojos.


-Ya…máteme de una vez- pedí, supliqué, que dejara de torturarme y terminara de una vez con mi vida.


-Te propongo algo mejor- dijo con voz suave que me dio un escalofrío.


-¿Qué? ¿No me vas a matar?-


-Si quieres vivir entonces te dejaré vivir…- dijo con una voz ronca y me miró fijamente – Dime… ¿Deseas vivir?


-S...si- susurré apenas.


-¿En serio lo deseas? – volvió a preguntarme ahora más serio.


-¡Si!- respondí con voz aguda a causa del nudo que se formaba en mi garganta.


-Deseo concedido – susurró y en el acto vi como se acercaba a mi cuello mientras yo me quedaba inmóvil - Me recuerdas a ella- me susurró y lo único que recuerdo es un dolor asfixiante en mi cuello…



Más tarde me enteraría que fui mordida por un vampiro…


Y que desde ese día yo también sería uno de esos monstruos de la noche…



Para siempre….


········*········




Eran aproximadamente las 6:30 de la tarde, el ocaso nuevamente se hacía presente sobre la campiña inglesa.

En el extenso jardín de una vieja y aparentemente abandonada mansión se encontraba una preciosa niña que debía rondar los 16 años o por lo menos eso aparentaba. Ella veía el ocaso desde un columpio a la sombra de un árbol totalmente seco y muerto pero aún así resistente para soportar el columpio que colgaba de sus ramas.


-Disculpe señorita- se escuchó una voz tras la joven de cabellos castaños peinados en una larga trenza – ¿Podría ayudarme por favor? – se escuchó de nuevo, la chica detuvo el balanceo del columpio, lentamente se puso de pie y se giro y caminó hasta quedar frente al joven que era más alto que ella por una cabeza, de cabello rubio, traje no muy formal color leche con chocolate y de lejos se notaba que era un extranjero que, por el bolso mas o menos grande que llevaba y el mapa en sus manos, se podía deducir fácilmente que era uno de esos viajeros modestos y aventureros, aunque algo torpes.


-¿Quién es usted? – preguntó la chica con un todo de seriedad que resultaba chocante, puesto que su rostro delicado y hasta con un toque de dulzura no iba en nada con esa frialdad en su voz.


-E…soy un viajero extraviado, mi nombre es William,- hizo una reverencia y tomó la mano de la chica quien se estremeció ante el contacto….


Hace mucho que no sentía el calor de otra persona…


-Encantado señorita…


-Catherine- respondió, alejando su mano con sutileza y algo de recelo -¿Qué hace aquí? ¿Cómo entró? –preguntó siempre manteniendo su tono frío y distante, lo cual empezaba a poner nervioso al extranjero además de la fría mirada de la chica.


-Es que como estoy perdido quería preguntarle si me puede indicar el camino hacia la ciudad- dijo señalando su mapa a lo que la chica no le hizo el más mínimo caso y siguió preguntando.


-Usted no puede entrar aquí, ¡vallase ahora mismo! Si no se va…- dijo en un tono un tanto alarmado y enfadado.


-Cálmese señorita- pidió algo extrañado por la actitud de la joven – Cuando estaba caminando por el bosque me encontré a un hombre que me dijo que si venía aquí usted podría ayudarme


-¿Qué hombre?- preguntó extrañada pero con una leve sospecha.


-Dijo que se llamaba Sebastian- en el preciso momento que dijo esto el rostro de la chica dejó su seriedad y sonrió abiertamente, aún cuando sus ojos no se notaban alegre una gran sonrisa se asomo por sus labios. - ¿Qué pasa? – preguntó William imitándola y sonriendo nerviosamente.


-Es que creí que era un intruso, pero si lo mandó el amo Sebastian…eso…cambia las cosas – dijo todo con una hermosa sonrisa.



William quedó pasmado cuando vio que los ojos de la joven se tiñeron de un rojo intenso…



········*········



Había sangre por todos lados tiñendo el césped, su vertido estaba siendo teñido por gotas que salpicaban y el cadáver que yacía entre sus brazos recostado en la tierra estaba siendo devorado con gran afán y poca delicadeza.


Fue unos momentos después, cuando los últimos rayos de sol estaban desapareciendo lentamente que estuchó unos pasos acercase hasta ella y levantó la vista par ver de quien se trataba.


-¡A…Amo Sebastian!- dijo sorprendida con algo de temor en los ojos mientras un hilo de sangre corría por la comisura de sus labios –Usted…- trató de preguntar con algo de temor.


-Si, Yo fui quien te mandó a este hombre como alimento...- respondió con tono neutral.


-Gracias, ¡Muchísimas gracias Amo Sebastian!- dijo emocionada con una sonrisa, mas sin embargo si uno se detiene a ver su ojos, más allá de la alegría que supuestamente había en ellos en estos momentos, uno podría darse cuenta que sus ojos estaban vacíos…



Sin vida…



Incluso podría atreverme a relatar que sus ojos reflejaban que aquella pobre chica hace ya muchas lunas había perdido la cordura.


-¿Te gusta?- preguntó el pelinegro cuando vio a la chica de nuevo atragantarse de la sangre de aquel muchacho ya sin vida que reposaba en el césped, Catherine volvió a levantar la vista ahora dejando ver la enormes heridas que le estaba dejando a su víctima en el cuello y el pecho.


-¡Está exquisito señor! – respondió con aparente entusiasmo.


-Buena chica- dijo Sebastian acariciando levemente la mejilla de la muchacha quien sólo se quedaba inmóvil recibiendo la caricia sin decir palabra alguna – Ahora termina rápido de comer, te deshaces de “esto”- dijo señalando al cuerpo que estaba a sus pies – y sigue vigilando la entrada – se dio la vuelta comenzó a caminar lentamente de nuevo hacia la mansión.


-Si amo…-susurró obedeciendo esas órdenes y volvió a beber la sangre de aquel cuerpo.

En todo esto se había convertido la vida de esta chica, convertida en una vampiresa de raza inferior, una mestiza podaríamos llamarla; había perdido la cordura sólo obedeciendo las órdenes de Sebastian, aquel que la convirtió en lo que ahora era, aquel que una vez a la semana le traía uno que otro animal del bosque para que se alimentara apropiadamente.


Su mente siempre divagaba, con pensamientos confusos y tarareaba canciones de amor, canciones que narraban tragedias y que nunca sabía si ella se las inventaba o si las escuchó en algún lado alguna vez.


Pero había momentos, algo escasos, en los que recordaba algo de compostura y se preguntaba ¿qué había sido de su hermano?

¿si le guardaba rencor?, la verdad ya ni ella misma sabía, no hay que negar que un tiempo Catherine vivió inundada por el odio y rencor profundo hacia su hermano, pero con forme pasaban las noches, ese sentimiento fue poco a poco desvaneciéndose junto con su juicio.



Ya no tenía sentimientos…



Ahora simplemente podía percibir la brisa acariciar su rostro y, claro está, la sangre viajar por su garganta, solamente deambulaba con una laguna de pensamientos en su mente.



Pero estaba viva



Tal como ella lo había pedido seguía con vida, atada por siempre a un viejo árbol, con cadenas que lastimaban su delicada cadera, a la entrada de la mansión más vieja de Londres, condenada a seguir respirando, a seguir bebiendo sangre, a seguir sufriendo….



Para siempre….



Fin